Algo más de nuestro arte...

Por Gloria Triana Antropóloga. El siguiente texto fue tomado de la edición especial de la Revista Anaconda, publicada como catálogo de l I Salón BAT de Arte Popular por la Fundación BAT.

Debo reconocer con toda honestidad que a pesar de haber dedicado más de tres décadas de mi vida al estudio y divulgación de las culturas populares del país, en el campo de las artes plásticas, sólo conocía creadores aislados, maravillosas piezas rituales de los grupos étnicos que todavía están vinculadas a sus ceremonias, máscaras, tocados, vestuarios y elementos decorativos de las fiestas y los carnavales, decoraciones de los buses y murales que adornan las paredes de tiendas y bares de los barrios populares, o lo que Gerardo Mosquera llama el Kitsch festivo y ornamental de las ciudades.

El arte popular agrupa-aún dentro de un mismo país-, fenómenos muy diversos, no definidos con precisión, con diferencias en extremo sutiles con otras expresiones, cuyo estudio demanda unas categorías conceptuales específicas inexistentes y que es necesario construir. Existen distintas tendencias, temáticas y tratamientos y como no tenemos estudios al respecto, no podemos hablar de las transformaciones que seguramente ha tenido el arte popular, pues las tradiciones no son estáticas y sobreviven gracias a su capacidad de creación y reinterpretación.

Teóricos tan importantes en el tema de las culturas populares como García Canclini, cuando se refiere a la cultura popular, habla de las artesanías, la fiesta, la música pero no establece una categoría especial para las artes plásticas, vacío inexplicable cuando la mayoría de sus investigaciones se ha realizado en México, país que impresionó a los surrealistas por la riqueza de sus expresiones artísticas. Esto nos lleva a pensar que no se puede hacer una construcción conceptual si no se reconoce la existencia del arte popular como una categoría diferenciada.
En nuestro país se establece desde la Colonia y se ratifica en la República, la existencia de dos categorías culturales antagónicas: una cultura hispánica, hegemónica, sofisticada, de salón y europeizante patrimonio de las élites criollas y una cultura popular, subalterna, subvalorada, mestiza, dominada, patrimonio de los indígenas, afrodescendientes y mestizos. A pesar de que la cultura hegemónica era de origen europeo con sus correspondientes mezclas y se imponía como cultura dominante, se produce una síntesis etnocultural que en nuestro país varía de acuerdo con las regiones, según los grupos que entraron en interacción. La cultura hegemónica posee canales de transmisión institucionalizados, se enseña en la academia, tiene a su disposición los medios de comunicación hablados, escritos y visuales, cuenta con historiadores, ensayistas y críticos. Tiene sus propios escenarios (teatros, museos, galerías, salas de concierto), su conocimiento codificado y escrito puede conservarse en el tiempo. La cultura subalterna se relega al anonimato, o simplemente se le desconoce por completo.
En estos tiempos de la posmodernidad donde un nuevo eclecticismo aprovecha a su gusto todo lo que le venga en gana y utiliza formas prohibidas por el arte, y el buen gusto elitista, creo que el arte popular también tiene el derecho a expresarse como quiera y debe ocupar su espacio en los museos, las colecciones y las galerías.




No hay comentarios: